Preparación
Pelá las zanahorias y cortalas en trozos medianos.
En una licuadora, colocá las zanahorias, el aceite, el azúcar y los huevos. Procesá todo hasta lograr una mezcla bien lisa y pareja.
En un bowl, mezclá la harina con el polvo de hornear y la pizca de sal.
Volcá la mezcla líquida sobre los ingredientes secos y mezclá con espátula hasta que quede una preparación sin grumos.
Enmantecá o forrá con papel manteca un molde tipo budinera o redondo y verté la mezcla.
Llevá a horno precalentado a 180 °C durante 35 a 45 minutos. Hacé la prueba del palillo: si sale seco, está listo.
Dejá enfriar bien antes de desmoldar y servir.
Consejos:
Para que el pastel quede aún más húmedo, podés agregar una cucharada de yogur natural a la mezcla.
Si te gusta con un sabor más especiado, sumale una cucharadita de canela o jengibre en polvo.
Podés reemplazar el azúcar blanca por azúcar rubia o mascabo, lo que le da un toque más rústico.
También podés reducir la cantidad de azúcar si querés una versión más liviana.
Si preferís una textura más aireada, usá batidora en lugar de licuadora y batí los huevos con el azúcar antes de mezclar.
Para una versión sin gluten, reemplazá la harina común por premezcla apta, ajustando apenas la cocción.
Este pastel va muy bien con una cobertura de queso crema y azúcar impalpable, o simplemente con una lluvia de coco rallado.
Si lo querés más esponjoso, separá las claras y batilas a nieve antes de incorporarlas.
Se conserva hasta tres días a temperatura ambiente, o podés guardarlo en la heladera hasta una semana.
También se puede frizar en porciones envueltas en film y luego en una bolsa para freezer.
Para una versión decorativa, usá moldes individuales tipo muffin: quedan prácticos y vistosos.
Un pastel sencillo, rendidor y lleno de sabor, ideal para toda ocasión.
Preparalo una vez y seguro se convierte en un clásico en tu cocina.